Por Alberto Acereda, Fuente: GEES
¡Aloha Sr. Barack Hussein Obama! En el nombre del más misericordioso, le escribo yo, Umar Farouk Abdulmutallab, desde Michigan. Aquí estaré metido unos días en una celda bastante cómoda tras mi fallido intento de estallar un avión que iba a Detroit plagado de infieles. Algo falló en el mecanismo del explosivo de pentrita que yo portaba en mis calzoncillos y casi me quemo las pelotillas en el asiento A-19. Pero le confieso que mi única culpa fue usar ese explosivo del "pent", pues al no encontrarse libre en la naturaleza, contamina el medio ambiente.
Aun así, ya estoy mejor y me dicen mis abogados que gracias a usted y a su Departamento de Justicia me van a enjuiciar por lo civil y no por lo militar. Es posible que hasta le pida a mi abogado, remunerado con dinero público de los estadounidenses, que me ponga en contacto con sus amigos Jeremiah Wright y Bill Ayers para ver si ellos dos me aconsejan sobre cómo llegar a un acuerdo judicial y así poder alegar discriminación religiosa contra mí, difamación étnica o incluso quemadura genital de segundo grado. Lo mismo, presidente, hasta me gano una pasta que enviar a Yemen para que otro yihadista siga mis pasos y se suba a otro avión pagando al contado el billete y sin equipaje. Porque ya sabe usted que vendrán más.
Ojalá esté disfrutando mucho de sus merecidas vacaciones en Hawái jugando al tenis, al golf y al baloncesto o correteando bajo las altas palmeras y la brisa marina junto a su perro Bo. Le confieso que me gustó mucho oír el otro día en televisión a su encargada de Seguridad Nacional, la señora Janet Napolitano, decir que el sistema de seguridad funcionó muy bien. Ya sabe usted que aunque los medios satánicos de la prensa de su país acusan a la pobre señora Napolitano de mentir, lo cierto es que ella tiene razón: todo funcionó perfectamente, menos el detonador en el calzoncillo y las pelotillas algo chamuscadas..., pero en general bastante bien para mí. Casi logro mi objetivo de cargarme a trescientos infieles, incluidas las azafatas, así que no salga usted luego en la televisión diciendo que el sistema falló.
Fíjese usted que pude volar sin ningún problema y sin pasaporte a Estados Unidos. Y todo pese a que mi padre habló varias veces con la Embajada de Estados Unidos en Nigeria y con la CIA y les dijo que yo me había convertido en un yihadista. El caso es que entre la Dirección Nacional de Inteligencia de su país, la CIA y el Centro Nacional de Antiterrorismo, no hubo ningún malvado infiel que me impidiera el paso, cosa que agradezco y prueba lo bien que van las cosas tras un año de su administración. Tanto que hasta me concedieron un visado. Menos mal que no apareció ningún Jack Bauer como en la serie esa de 24 que estoy ahora viendo en mi ordenador portátil aquí en esta agradable estancia de Michigan.
Le agradezco también que tardara usted tres días en salir en televisión ante su país de infieles para explicarles los hechos y aclararles a todos que yo soy tan sólo un "extremista aislado", así como un "sospechoso" que "supuestamente intentó prender un explosivo en su cuerpo". Hace usted bien en usar estos términos legales y en no precipitarse a llamar a esto un ataque "terrorista" ni otros apodos recriminatorios por el estilo. Son, como bien dice usted, desastres humanos, como lo del pasado junio en Little Rock, Arkansas, con nuestro hermano Abdul Hakim Mujahid Muhammad cargándose a un infiel estadounidense. O como lo de noviembre en Fort Hood en Tejas, de nuestro también hermano Nidal Malik Hassan, acribillando a balazos a trece soldados infieles del Ejército de los Estados Unidos.
Gracias también por querer cerrar Guantánamo. Creo de verdad que puestos a cambiar de ubicación, debería usted hacer lo que pensaba, o sea soltar a los noventa yemeníes que tienen ahí para que puedan volver a unirse al grupo de Al Qaeda en la Península Arábiga. Al resto, ojalá los perdone también usted y, si no, al menos llévelos a todos también a Hawái y colóquelos en alguna de esas bahías de Maui donde puedan practicar windsurfing yihadista y otras aventuras acuáticas.
Finalmente, ha de saber usted que también acierta cuando sigue culpando a Bush y a Cheney de todos los males, pues por culpa de ellos estuvimos sin poder concretar ningún ataque contra los infieles tras el glorioso 11 de septiembre de 2001. Con usted ahora es ya otra cosa. Lástima del error de mis calzoncillos, que me iban algo prietos, que si no... Pero descuide que habrá más oportunidades. Siga usted culpando a otros y sobre todo a Bush. Siga escuchando a su fiscal general Eric Holder y siga adelante con los juicios civiles para el hermano Khalid Sheikh Mohammed y los que organizaron la santa cruzada del 11-S. No crea usted a esos que le dicen que como lleva ya un año de presidente, usted es el responsable de todo. No, no; usted hágase sólo responsable de que "extremistas aislados" como yo seamos bien tratados y de que no se nos discrimine a la hora de permitirnos subir a un avión sin pasaporte pero con visa norteamericana e intentar hacerlo explotar por los aires. Al fin y al cabo, pase lo que pase, la culpa siempre será de Bush.
En fin, le dejo pues veo que me traen la cena ya. Gracias otra vez por ser tan bueno con nosotros y entender que todo esto ha sido únicamente un "fallo de seguridad potencialmente catastrófico". Siga usted haciendo que la CIA no pueda funcionar bien por miedo a pleitos legales por parte de su Departamento de Justicia y deje usted que informes importantes como el mío se empolven cuatro meses en la burrocracia de Washington. Gracias, señor Obama. Feliz Año Nuevo. ¡Aloha!
Alberto Acereda es catedrático universitario en Estados Unidos y editor de Semanario Atlántico / Atlantic Weekly.